Fecha

2006

Categoría

Poesía



LA ENREDADERA

Cuando le ofrecieron
integrarse a la enredadera
su primera respuesta
fue
            sí,

sin tener conciencia
del compromiso que eso significaba.

Los días de la enredadera
son apasionantes.
Su histórico crecimiento
—cuyos orígenes nadie conoce—
se entreveran
con el paso del tiempo.
No hay dos hojas iguales.
Las ramas,
irregulares por donde se mire,
no solo crecen hacia arriba
sino que se extienden
apoyadas en un aire
cada vez más pesado.
Sus raíces
dicen que llegan hasta
el centro de la tierra
donde todo es frío
oscuro
inexplicable y turbio.

(Aunque siempre me pregunté si la planta nace de las
raíces. Porque en verdad, el extremo de la raíz parece el
final de la planta. ¿Dónde comienza el vegetal?
¿Empieza por el tallo? ¿Éste no está en el medio de la
planta? ¿Cuál es el comienzo y cuál el fin? ¿No existirá
el día en que la gente pueda nacer en el medio de su
vida y elegir si quiere crecer o volver a sus raíces?)

Pero volvamos a la enredadera.
Sus hojas no son todas verdes
como cualquier lógico podría suponer.
Las hay de todos colores.
Predominan los azules
los que en el liceo llamaban
colores fríos.
Así son las hojas de la enredadera.
Su crecimiento
permanente y continuo
no lo detiene
ni el viento ni la lluvia
ni el fuego del verano.
Tiene vida propia.
No hay que regarla
ni nadie debe regalarle nada.
La enredadera siempre está
sujetándose de donde pueda avanzar.

Poco le importa
de dónde se sostiene.
La enredadera
—sin pedir permiso—
se aferra muchas veces
a plantas más débiles
terminando por aplastarlas.
También muchas veces
se entrega a húmedas paredes
que, tarde o temprano,
se debilitan
a causa de las perversas raicillas
que se les incrustan en una penetración
que termina siendo
demoledora.

Quienes han querido
desviar su crecimiento
no han podido
o se han cansado
o han quedado por el camino
. La gente ya la tiene asumida.
Ahí está la enredadera.
Todos la definen con fastidio
o envidia
mientras ella crece
sorda y egoísta
alejándose cada día más
de la gente
que se ve
cada día más enana.

Por todo esto
y seguramente mucho más
cuando le ofrecieron
integrarse a la enredadera
su primera respuesta
fue
            sí

sin tener conciencia
del compromiso que eso significaba.
A partir de ese momento
fue absorbido
por esa suerte
—pésima suerte—
de rinoceronte
que lo masticó lentamente
sin que se diera cuenta.
Hoy,
con esa costumbre tan humana
de la ignorancia
la enredadera tiene un nuevo servidor


PREGUNTAS A GARDEL

es un fueye que rezonga...

Permítame
Sr. Gardel
que me dirija así,
es cuestión de respeto
y de admiración.

Silencio
lo evoco
lo escucho.

Sr. Gardel
¿qué tiempo
Ud. vivió?
¿Qué días
signaron su vida?
y ¿qué vidas
lo llevaron
a la muerte?

Don Carlos,
¿desde cuándo
mago
que aparece y desaparece
en aviones
sin retorno?
¿Desde cuándo
pájaro
que entra
y sale
de su jaula,
como cárcel
detenida en el tiempo?

Sr. Gardel
¿cómo es la inmortalidad?

Silencio
lo evoco
lo escucho.

¿Por qué no?
¿Acaso Ud.
no es inmortal?

Supongo que sí,
pero le aseguro
una cosa:
el día que Ud. murió,
Ud. nació para siempre


LOS ÚLTIMOS MINUTOS DE HORACIO QUIROGA

Su mano no tiembla
aunque haya veneno en el vaso.

Acaba de mantener relaciones carnales
con una enfermera,
bastante más joven,
que lo admiraba lo suficiente
como para solamente
dejarse abrazar y besar
por el maloliente y
despeinado barbudo de la sala 35,
según se le conocía por el resto
de los funcionarios del hospital.

El cóctel de medicamentos,
que mucho razonó y creó,
es una bebida mortal
y él lo sabe.

Respira profundo
llenando de aire viciado y de vida enferma
los pulmones.
Mira a ninguna parte,
creyendo encontrar algo de verde naturaleza
en la mugrienta y gris sala del hospital,
más silencioso que de costumbre.
No está el sol,
viejo compañero de tantas rutas.

Hace tiempo que nadie lo viene a visitar.
Mujer no tiene.
Sus hijos ocupan sus mentes en otras cosas.
Sin embargo
no es lo que le preocupa.
Cree que debió quedarse en su casa,
pero el dolor de su cuerpo era insoportable,
le llegaba hasta el alma.
Todo el alcohol a su alcance
no llegó a aliviarlo nunca.
Acostumbrado a tantos dolores
aguantó lo que pudo.
Pero no lo logró.
Perdió una vez más.

Dejó el hogar,
que nunca fue suyo,
sino de sus locuras
y las de sus hijos.

Quizás jamás se debió alejar
ni de su ciudad, ni de su país.
Seguramente si se hubiera quedado
no habría sufrido tanto.
Vivió inestable y fracasado.
Siempre estuvo convencido
de que nació para sufrir.
Y así lo contó.

Inventó historias
—y amores— terribles.
Como la vida.
Como su vida,
que ahora depende
de su mano derecha.

Es la hora del final.
Bebe.
Son lentos y profundos
los cuatro tragos.

Y cesó de respirar.


VIDA/TRIBUNA

goles son amores
sin sedantes
gritos liberados
de la rutina
llantos apretados
contra la red
suspiros atados
a las nubes
redes de aire
manos al viento
goles son amores
de reojo
de cabeza
de injusticia
goles de fuego
amores de hielo
temores de agua


VERSOS A MI PADRE

De una palabra a la otra
lo que digo se desvanece.
Yo sé que estoy vivo
entre dos paréntesis.

Octavio Paz

el escenario está iluminado
para que suban a él
los que quieran
no hay telón
no puede haberlo
nada puede separar
a quienes van a dar
de los que van a recibir
es como un salón de clase
es una pregunta
es una duda
¿quién da
y quién recibe?
paseo por San José de Mayo
donde desfilan
momentos de acordeones
jazz y tango
entre libros y fierros
con el futuro en el recuerdo
escenarios de radio
donde la púa del tiempo
gira
entre distancias cortadas
masticando lágrimas
y escondiendo las luces
apagadas en un tiempo
que te está esperando


MEDIODÍA EN LA PLAYA

El día ayuda a derretir el aire
mientras las sombras
van muriendo de a poco
consumidas por los cuerpos
que las mastican
y tragan con dificultad.

Lentamente
con el tránsito del sol
volverán a aparecer
en otra dirección.

El cénit ardiente
se entierra perpendicular
en la arena.
Las olas
se deshacen,
explotan,
al tocar la orilla
invisible y rígida.

Mares y amares
que humedecen la luz fuerte
de ojos entreabiertos,
encandilados

El mediodía
rompe de un fogonazo al sol
que se derrite;
gotea la lava sudorosa
del humano
que disfruta
y huye
en pleno estío
abrillantado
por el bochorno del calor.


INEXORABLE

la primera señal fue en el labio
se endureció
después comenzó a caer
lenta y agónicamente
como
una flor que se marchita

siguió el ojo derecho
quedó abierto
el parpadeo impar
no alcanzaba para humedecer
el ojo inmóvil
mientras a cada segundo
la desesperación
se hacía insoportable
incontrolable
y la respiración
cada vez más agitada

después
la mejilla
el brazo
la pierna

todo un lado
quedó
inútil
fue testigo del trágico suceso
la mitad de su cuerpo
ya no servía para nada

intentó lo mínimo
con el lado útil
quiso caminar

el primer intento fue avanzar
por lo menos
tres pasos
que se transformaron en seis
porque tenía sensible
una sola pierna

se puso a llorar
con el único ojo móvil
porque desde ese momento
comprendió que
todo
le daría el doble
de trabajo

Jaime Clara