Fecha

2006

Categoría

Poesía



Polvo

El polvo se tiende a descansar
sobre la luz
en un sueño espiralado que levita.

Viaja lento
perezoso
por la franja recortada del cenit en los postigos
y se cuela hasta la incierta opacidad
de los rincones.

Se está quieto en las ranuras
como un niño al que reprenden,
como un hombre al que torturan y se olvida
del dolor
cuando posa el alma rota sobre un libro.

Cae brillante como nieve
que se rinde en el descenso,
como un copo que traiciona su perfecta geometría,
su blancura en los fractales de mi infancia
cuando el polvo era otro cuarto y otra vida,
otro claustro eran los días,
cuando el rostro era de polvo enamorado
y no sabía del rencor.

Poesía

Detrás de los relámpagos
se escribe murmurando la poesía.
Se filtra y lanza un grito
al otro lado.

Grito y murmullo
percuten una sábana de luz
que se raja y parpadea:
brillo de ojos extraviados que se encastran
para un súbito fulgor.

Como una hoja de aluminio
que adelgaza y se desfonda por la lluvia,
como una mano tan abierta que se rompe,
así la luz comprende que su fuerza
relumbra como el hombre en la poesía
de un instante.

Arte poética

El escultor
moldea la luz,
no el mármol.

El mármol cincelado
es el cincel para la luz.

Y dura e inasible
la luz encarna viva
en la escultura.

Relumbra y palidece
por los pliegues.
Se amolda como un alma
a un nuevo cuerpo.

Habla Dios

Deja a un lado la oración
y cree en la vida.

Borra el templo de mi nombre para siempre
y hazte el hombre que me ruegas.

Haz del miedo tu perfecta salvaguardia.
Sé tu ángel.
Sé las alas para un beso.
Quiebra el nudo que te amarra
de la enorme gravedad.

Forja el halo de tu gloria
con la flama de tu frente.

Grita fuerte por la altura
la proclama de tu nítida experiencia,
y hazla Biblia que desciende
como sangre por la lluvia.

Busca el vientre de una virgen
y fecunda la esperanza.

Hazte el férreo mandamiento de ti mismo
y bórdalo en la tela de tu sombra.
Hazlo símbolo del tiempo
que no entiendes.

Quema el libro que te dieron.
Lo escribí para el destino
de otros hombres.

Ten presente nuestra entera semejanza.
Mi trabajo es como el tuyo:
gobernar la propia luz.

Madre

Pudimos tejer un nuevo cielo.
Tejerlo desde el hueco de los ojos hasta el iris
perforado de la luna.
Amarnos.
Hallar el delta cobre de la espiga
en el sebo de una miga entre las muelas;
dejar que las mandíbulas rompieran las palabras
para al fin andar callados.

Pudimos apagar una tormenta.
Ahogarla entre los pechos del abrazo.
Tocar la proteína de ese fuego que nos cerca
y darle nueva forma
como al barro.
Cuajar con las caricias nuestra hoguera.

Pudimos ser mejores para el otro.
Ser algo más que un polo que deshiela
para el caldo de la hiel.
Algo más que un eslabón
ingobernable en la cadena.

Y mira.
No somos más que un niño en el rincón
bajo el resabio de una madre.
Tú el niño de mi odio.
Yo madre de tu fosa.
Puente sin camino.
Pétalo quebrado que no huele.
Tiempo en un rincón que da la espalda.

Reloj de arena

Cae la arena por el bulbo
como un tiempo
      granulado.

El futuro va cediendo
a ese vértice que usurpa su morada
con un tenue remolino que lo traga
hasta un médano pretérito
y pisado.

Cae monótono el instante
y en cascada con la arena
que erosiona con su lengua los cristales,
que desgasta los colores de la tarde
taciturna,
que pincela con el sepia los retratos
y envejece los disfraces de la gloria,
que corroe todo el menguante de la luna
que se ufana de su filo
desatado.

En la inercia de los granos va el presente
disgregando hasta la muerte en el pasado.
Se detiene y con la vuelta de la mano
otra vez a cada grano
le da muerte.

Leonardo De León